Con
el título, no me refiero a que nosotros, dada nuestra condición humana seamos
miserables en sí (esa es otra historia), me refiero a la condición de algunas
personas que de verdad no sólo viven en situación de calle, sino que de verdad
son miserables (no es una ofensa, ni mucho menos, aclaro): no tener qué comer,
ni qué vestir, ni siquiera ser dueño de su propio cuerpo o de sus acciones, es
una situación realmente deplorable, en extremo lamentable.
Todo esto
salió por un acontecimiento que presencié el día de hoy y que me dejó con
mucho, muchísimo malestar: regresaba de la facultad como todos los días, pero ésta
vez decidí irme por el periférico; al pasar cerca de la calzada de Tlalpan, en
una acera, vi a un señor, o muchacho (no lo sé con certeza, aunque lo estuve
mirando detenidamente) que debido a su condición, no podía moverse mucho al
caminar, sufría de espasmos musculares muy intensos, estaba sucio, quizá tenía
varios días sin comer (tampoco lo sé), pero lo peor de todo no era eso, lo que
realmente me conmocionó era su estado de invisibilidad para los otros, al
parecer nadie lo veía, ni lo escuchaba (y eso que gritaba fuerte), era
completamente invisible.
Realmente
me causó mucha pena el no poder ayudarlo, pero más pena (en el sentido más gacho
de la palabra) me dio que lo ignoraran, que simplemente se le tomara como un
ente abstracto y etéreo al cual ni se le ve, ni se le toca ni se le ayuda,
simplemente no está, no existe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario