martes, 4 de agosto de 2009

The New Vampirea...(cont.)

Marcela

“Mi unicornio azul ayer se me perdió pastando lo deje y desapareció. Yo solo quiero mas que mi unicornio azul y aunque tuviera dos yo solo quiero a él”

Silvio Rodríguez.


Ha empezado la guerra en el interior de Marcela, su pelo trigal ondulado que le cubre los ventanales oscuros grandes como los sueños que la invadían al ver a Leviatán, el enorme pez frente a ella. Sola en el hades frente a frente con Plutón a la katabasis del lumpen, sola , sola en su tártaros… cada quien suele tener su limbo aunque algunos lo quieran negar rompiendo la tradición escolástica tan fuertemente dominada que solo a contribuido a la soledad de los ghettos y el arder del gena.

Condenada a sus lágrimas más que a sus sueños…

-¿Y de qué me sirve soñar?, deseo al final la muerte en el fondo de mi mar.
¿Qué la mar devolverá los muertos devorados?
¿O nos devoramos nosotros mismos condenados a la fosa marina y solo dentro hay cadáveres?-

El conocimiento nos ha vuelto esclavos de la libertad y este de la muerte…El cuarto esta oscuro solo una vela, una pluma y tinta para poder escribir en la soledad del calabozo donde se paga el último centavo que se roba o que no se atrevió arrebatar los talentos adquiridos.

Las lágrimas mojan las hojas manchado lo que estaba escrito, condenando al diluvio a los personajes de cada historia que se desenvolvía en el papel. Historia maravillosa donde solo existe una hoja, un universo con tantas posibilidades que solo es valida una. Cambia la vida como llega el borrador a destruir el pasado reciente del personaje, condenado a quedar sin historia, como su autora lo es, quizá porque refleja su mismo problema.

Ella solo es la esclava de su impulso a escribir tras ver perdida una batalla que desde el inicio ha estado perdida, pérfida meta buscamos amada mía, la consolaba la pluma y el tintero cómplices de arruinar o mejorar la vida de cualquiera.

Toma la cerveza para darse valor y poder seguir escribiendo lo que desea escribir. En el cuarto se respira la fragancia pura de la India que desenvuelve tanto pensamientos como lágrimas en telarañas que van al cielo tejiendo los recuerdos de una vida de auto gestión, los lentes a lado del tintero maltratados un poco por las “melee” provocadas tanto por el barrio como por la tensión de los conflictos ciudadanos.

Por la ventana entra un poco de luz aunque no hay estrellas ni luna que iluminen la habitación solo la vela, que mas que representar una fe valora una inexistencia de cómo el vació traga la luz.
La cerveza y la mota ha provocado a nuestra protagonista sueño, quizás es donde se ve mas humana con sus ojitos cerrados, su pelo castaño esparcido por el escritorio sus veinte y tantos, casi treinta que la hacen ver madura sin quitarle lo atractiva que al final de los casos da lo mismo si esta encerrada.

Los minutos y su duración de sesenta segundos los cuales son eternos, sin la medida del tiempo pero al final, ¿Qué es el tiempo en un sueño?. ¡No es nada!
Su sueño es la parte mas honesta de si misma, la chica pacheca y alcohólica sueña, solo sueña, independientemente de lo que sueñe, el cuarto lo invade este olor en la oscuridad, no hay nadie a quien le pueda mentir, el ser humano esta en su ambiente natural, el sueño su tendencia al no-ser creyendo que es.

Todo está oscuro, para las pupilas más desarrolladas solo se observan bultos, cinco bultos, uno de ellos es Marcela y su pelo alzado por el viento apacible. La noche sin estrellas no hace entrar luz, mas el céfiro que sopla ha apagado la vela así extinguiendo también la vista del tintero, la pluma, los lentes y Marcela…


Por Luis Ángel Diaz Trujillo.

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